Un miércoles cualquiera
Cuatro gatos… bueno, cinco
El Powerball
Noviembre puertorriqueño
Macharranes comentando
Gente como el comentador piensa que es ‘normal’ que una relación amorosa de cualquier tipo -esposa, novia, amante o chinguin friend ocasional- termine con violencia son quienes nos mantienen anclados en este mierdero.
Hombres -¡y mujeres!- como él piensan que es derecho intrínseco del macho poder putear como le venga en gana pero la mujer tiene que ser la puta exclusiva y de por vida de ‘su’ varón. ¡Nombe no! ¿Hasta cuándo?
Llorando en el carro
No estás sola. No has sido la única.
Esas lloradas en el carro, cuando una puede gritar a todo pulmón sin disimulo son más liberadoras que cuando hay que llorar calladita en el baño. Son como un exorcismo. Te resetean el chakra de la garganta, te desanudan la voz y te despiertan la valentía para vivir tu verdad.
Esas ideas descabelladas
Hay veces que uno le pide al Universo soluciones al problema que se tiene entre manos y cuando le vienen a la mente soluciones ‘locas’ uno tiende a ser bien rapidito descartándolas como ‘imposibles’, cuando es la Divinidad quien te las susurra al oído.
La última cuenta no la paga el diablo
Hay pocas frases que me apriete todos los botones y me vuele la tapa’el bloque como ‘la última cuenta la paga el diablo’. Verán es que a mí, en mi carácter personal, me ha tocado pagar par de cuentas que no eran mías por la irresponsabilidad financiera de terceras personas.
Hay que mudarse
Empiezo por establecer que yo entiendo a la perfección su deseo de permanecer en la casa que con tanto esfuerzo logró tener y que tantas vivencias alberga. Dejar atrás vecinos de toda una vida, el barrio donde conocen a uno desde chiquito o la iglesia en la que se ha congregado por décadas, pues, le rompe el corazón a cualquiera.
Guelcom tu Pororico
Presumo que esta visita es como cuando antes (bien antes) uno iba a visitar a todo pariente recluído en un hospital, algo que se hacía solo por cortesía y pa’ que no hablaran mal del lado de uno de la familia. Igualito. Esa visita no componía en nada ni aportaba en algo y muchas veces hasta estorbaba, pero se hacía sin fallo porque dar el ‘caretazo’ era lo que se esperaba.