Un miércoles cualquiera
Cuando conocí al socio él venía a la isla a trabajar de lunes a viernes y se regresaba a su casa en New Jersey durante el fin de semana. El proyecto en el que ambos estábamos envueltos (con diferentes compañías prestando servicios) duró un poco más de un año y ya para cuando se completó, sabíamos que la relación iba en serio.
Entonces la guagua aérea se revirtió. Él viajaba los viernes a Puerto Rico desde donde estuviera y se iba el lunes temprano pa’ donde lo mandara su dispatcher. Esa fase no duró mucho porque el socio tiene alma de agente libre (y gónadas pa’ backearla) y cogió y se mudó a la isla por sus pantalones y sin aprobación final de su patrono. Otro día les hago el cuento.
Aunque había bastante trabajo para él en la isla, todavía eran muchos los lunes que había que amanecer en el aeropuerto e iguales llegadas en la madrugada del ya sábado de regreso por no poder llegar a un vuelo más temprano.
Pero nada, dat guas di yob.
Si alguien viaja de trabajo sabe que lo menos que la persona quiere hacer cuando llega a la casa por 48 horas es salir a comer fuera. Al menos el socio prefería comerse una pasta a la mantequilla con salchicha kielbasa cocinada en diez minutos en casa que salir a ‘yet again’ a otro restaurante como había hecho toda la semana.
Hago la salvedad de que a mi me gusta la cocina y soy feliz con un break de vez en cuando pa’ comerme algo que yo no haga hecho.
Así que durante esos años yo me acostumbré a salir con las amigas si la nena se quedaba con Mami o con mi familia cualquier día de la semana. Digo, no estoy hablando de esocotarse dándose los palos hasta las mil y quinietas pa’ después no valer dos chavos al otro día, sino de una salidita al cine a la tanda de las 7:00 o de comernos una pizza o el especial del día en Chili’s.
Ustedes saben, pa’ romper la semana.
Claro, que tener una sola hija y que no estuviera envuelta en güelemil actividades extracurriculares ayudaba a tener esta flexibilidad. Ya ella sabía que tenía que cuadrar asignaciones y estudio tempranito.
Creo que fue porque ya entré al colmado y tenían puesta música de navidad, pero siempre me pregunto porqué tantas ansias y ajoro pa’ que llegue la temporada. ¿Qué si es la época más feliz del año? Pues quizás para algunos, ¡pero yo quiero ser feliz toditito el año, no solo estirando el chicle fiestero entre noviembre y enero!
Quizás si nos vieramos más a menudo con los amigos no tendríamos tanta nostalgia por la navidad. Quizás si sacáramos un chin más de tiempo para janguear con la familia y vestirnos bonitos un día cualquiera no viviríamos con la alegría en lay-away.
Que se yo… algo así como las Fiestas de Junio, el equivalente anual a salir un miércoles relax a comer en vez de siempre estar esperando el viernes.
No sé, piénsenselo.
Nada, los dejo con mis 2¢, yo sé que la alegría viernístca (y la navideña) tiene mucho también que ver con no tener que levantarse temprano al día siguiente pero es que tampoco debemos aspirar a solo sobrevivir la vida esperando al fin de semana para verdaderamente vivir.
Y si, hoy es viernes y no tengo planes de ir a ningún lado, me quedo feliz en mi búnker.
¡Que vivan los viernes! Y los miércoles también.