Todo por una teta
Cuando mi hija nació decidí lactarla. Era la época -principos de los 90’s- en que ya la sensatez estaba regresando y los pediatras ya no insistían tanto en que la fórmula era mejor que la leche materna.
Pa’ los milenilas: ¡sí! Así era la cosa.
El ‘american drim’ versión boricua empujaba la alimentación con fórmula por tres razones: consumo capitalista, viabilizar que las madres pudiesen trabajar durante la post guerra y convencer al jíbaro anémico que con aquella leche de pote, sus bebés se criarían tan gordos y coloroa’o como los del Norte.
Mi abuela prácticamente no lactó a mi mamá (pero ese cuento es largo) y mi mamá nos lactó a nosotros combinando con fórmula por exactamente seis semanas. Ese era el tiempo ‘beneficioso’ según los pediatras.
Para cuando yo quedé embarazada ya me precedían dos generaciones de mujeres sin mucha experiencia en la lactancia. Afortunadamente, cuando tomé las clases de parto vino una consultora y explicó muchísimas cosas y técnicas que yo no tenía idea.
Mi hija se pegó a la teta sin problema. Nos fue bien. Nos fue tan bien que la desteté el día que cumplió tres años. TRES a•ñ•o•s.
Desde que nació me la llevaba a clases, la tenía en el canguro y me sacaba la teta donde quiera. La bebé feliz con el carguete y yo haciendo lo que tenía que hacer pa’ echar pa’lante.
Aparte de que no me costaba ni un vellón de los poquitos que tenía.
Pero no todo fue ‘piches an crim’.
Si me pongo a contar las barbaridades que me dijo mi abuela, no termino. Pero pa’ que tengan idea de como era la cosa les comparto esta joya de comentario: ‘de tanto ver teta esa nena te va a salir lesbiana’.
Ujum. Recójanse la quijada del piso.
Cuando mi hija tendría como un año me dio una infección de oído. Yo estaba estudiando en la Poli y fui al doctor de la clínica de estudiantes. El 95% de los pacientes que veía eran varones.
Me iba a dar una receta de penicilina pero cuando le pregunté si interfería con la lactancia, él me preguntó que que edad tenía el bebé, le dije. Entonces fue cuando el dotolcito la sacó del parque.
Rompió la receta de penicilina y me dio una de tetraciclina, menos efectiva para la infección y con el potencial de dañarle los dientes a la nena ‘pa’ que dejes ya eso de estar lactando de más, no hay necesidad’.
Llegué a lágrima viva a la oficina del pediatra. Él sí me dio la receta de penicilina.
Yo la seguí lactando por dos años más.
Les hago todo este cuento porque dándome la vuela por la red del pájaro azul vi un vídeo de una persona alegando que ella fue una de las que reportó a Lisha Ramon Mejías al Departamento de la Familia.
Esta heroína solidaria cita tres razones para querellarse. La primera es que Lisha hace demasiados ‘lives’ y que eso está mal y no es un buen ejemplo para su hjia. Pero la doña se tira el live pa’ criticar a Lisha.
O sea, envidia.
La segunda es que la madre usa a Nazareth como ‘sales prop’ para que le cojan pena y le compren los jugos mientras que a ella (la querellante) no hubo quien la ayudara y tuvo que meter mano sola con sus hijos. Que ahora Lisha está haciendo bingo pa’ recaudar fondos y que ella no la va ayudar un carajo.
Volvemos, ‘si yo me jodí, jódete tú también’: envidia.
Pero la tercera es la cherry del sundae: que Nazareth está demasiado grande para que su mamá se esté sacando la teta así por que sí, cuando sea, donde hay ¡hombres! que se la puedan -¡gasp!- ver.
Por poco grita ‘Crucifiquenlaaaa…’
Y ahí es cuando a mi me da el tacataca. Toda esta pendejá es por una teta.
¡Ca Ra Jo! Pero si pa’ alimentar bebés es que las tenemos. No fue solo pa’ meterlas apretás en un brassier pushup de Victoria Secrets y que se vean bonitas ni pa’ estar restregándonoslas en Only Fans mientras el observador se masturba que nos las pusieron. And thats ok too, si es lo que quien tiene las tetas quiere.
Pero somos foquin mamíferas. El problema es que nos odiamos.
Nos odiamos a nosotras mismas pero odiamos todavía más a quien hace con su vida lo que nosotras hubiesemos querido pero nuestro condicionamiento nos impidió.
Nada, que con mis 2¢ sigo apoyando a Lisha y a Nazareth.
A los que ven mal lo que hace la madre les digo como canta Rigoberta Bandini ¿porqué le temen tanto a nuestras tetas?