Nos encontrarán por la peste

Cuando nació mi primer nieto, mi culequera fue de tal grado que le dije al socio que se las resolviera como mejor pudiera porque yo me iba pa’l Norte a cuidar el muchacho hasta que estuviera más ‘durito’.

Les advierto que estoy desvelá así que vamos pa’ largo...

Alquilé un apartamento en NH, cerquita del trabajo de mi hija. Me quedaba con el nene por el día, ella venía al medio día un ratito y se lo llevaba a las 5:00pm. Yo tenía la tarde/noche pa’ janguear. ¡Todo un éxito!

(Despues vino la pandemia y lo jodió todo, pero esos son otros $20)

Lo curioso es que en esos cinco meses que estuve allí, tuve más interacción con la policía que lo que en el resto de mi vida. Les cuento.

Literalmente la segunda noche en el apartamento tuve que llamar al 911 porque el vecino del lado estaba hablando incoherencias en el pasillo y tratando de abrir mi puerta. Con la suerte de que él me había dicho que era diabético cuando se había presentado esa misma mañana *y* que ya yo sabía que un bajón de azúcar craso puede aparentar ser un episodio psicótico. Si no, cuida’o si el tipo se moría afuera y yo atrincherada adentro.

El 911 despachó a los paramédicos que llegaron en cuatro minutos debajo de un blizzard. También mandaron a un policía ‘porsiaca’. Él llegó como un minuto después que los EMT.

Nada, que lo atendieron y en cinco minutos ya estaba bien.

Al otro día la policía volvió para hacer un ‘wellness check’ ya que el vecino vivía solo. Así como lo leen. Se dieron la vuelta sin que nadie se lo pidiera pa’ chequear al hombre.

Yo en choc porque puej… una no está acostumbrada a tanto servicio.

Semanas más tarde se me perdió mi wallet, la policía me lo trajo a la casa; pero ese cuento no viene al caso. Ai nou… guauuuu.

Otro día la policía toca a la puerta principal. Yo abro y me dicen que la hija del vecino de arriba pidió que hicieran un wellness check porque su papá no le contestaba el teléfono desde la tarde anterior. La hija vivía a más de dos horas y no podía darse la vuelta ella. Nada, que el viejito se había ido de juerga y no pasaba nada.

Pero lo traigo porque en ambos casos se alinearon dos cosas para que esto ocurriera así: alguien da la voz de alerta y las agencias encargadas responden.

Parece poca cosa, pero lo es todo.

Ayer salió la noticia de que el cadaver de una mujer fue encontrado en Cupey en avanzado estado de descomposición mientras su hija discapacitada, una mujer de 56 años con Síndrome Down, llevaba varios días a su lado, sin comer, pensando que su mamá estaba dormida.

Los vecinos tuvieron que insistir con la policía para que fueran a ver que pasaba en la casa cuando ya el mal olor llegaba afuera. El no ver la vecina por par de días no fue suficiente.

Puerto Rico es un país de viejos solos. Como la señora fallecida hay muchísimos adultos mayores que tienen hijos discapacitados a cargo o nietos/bisnietos pequeños bajo su cuidado. Cosas como esta van a pasar más cada día.

Algo hay que hacer.

¿Dónde está el plan para atender este tipo de situación? ¿Quién está desarrollando estrategias para que los viejos solos tengan a alguien que les eche el ojo cuando no hay familiares ni vecinos para hacerlo? ¿Y la Oficina del Procurador de las Personas de Edad Avanzada o la de las personas con discapacidad? Bien, gracias.

No pretendo que la policía se haga cargo. Puerto Rico no es como esas jurisdicciones donde la uniformada se aburre sin tener nada que hacer. Bastante ajoraítos que ya están los de aquí.

Coño, pero ¿cuán dificil puede ser tener un sistema de teléfono automatizado para que se apunte cualquier persona vulnerable y que a la cuarta llamada sin contestar envíe a alguien a chequear la casa? Pa’ mi que con una computadora con el software adecuado, ocho personas en la oficina incluyendo al jefe y cinco conductores, da pa’ ofrecer el servicio al menos regionalmente en las principales zonas urbanas.

Estoy segura que hasta algún fondo federal tiene que haber pa’ montar un división en el Departamento de la Familia o la agencia que sea. Y si no, pa’ mi que hasta oportunidad de negocio hay con eso de tanta necesidad que hay.

Los dejo con mis 2¢: Hay que comenzar a implantar programas de apoyo de vida independiente para nuestros adultos mayores. Son el mayor componente de nuestra sociedad. Se lo debemos.

¿Cuánta fe tengo de que esto ocurra? Digamos que mínima, pa’ no decir ninguna.

Ante la imposibilidad gubernamental, ya sea por negligencia, corrupción o falta de voluntad, queda de nosotros velar por nuestros viejos. No hay de otra.

Al final del día, todos vamos en esa dirección y si no volvemos a fomentar la vida en comunidad, será a nosotros mismos a quienes encuentren por la peste.

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