Los regalos que nadie quiere

Antes, cuando todavía recibía el periódico impreso, recuerdo que el ejemplar de hoy miércoles antes de Sanguivin pesaba como cinco libras con todos los shoppers pa’l viernes negro.

Sacar aquel mamotreto del buzón sin que se desparramara por toda la cuneta era un ejercicio vectorial de física aplicada. Un mal cálculo en la presión con la que se sujetaba en el ángulo incorrecto y el shopper de Toys R Us, Zales y Kmart aterrizaban en la grama del vecino.

Yo me sentaba a ojear aquellas páginas brillosas, con las manos todavía olorosas a ajo y sazón de recién adobar el pavo por más que me las hubiese lavado, pensando en qué de todo aquel despliegue podía regalarle a quién.

Claro que como nunca llegaba a salir tiempo del trabajo para hacer ese shopping ‘ideal’, después lo que terminaba haciendo era ir a Marshalls y comprar ‘cositas’ pa’ resolver los regalitos navideños.

Así las cosas por años.

Hasta que llegó el día que no tenía planes para el wikén largo, cogí la semana libre y comenzó lo que en la historia familiar es conocido como La Gran Resaca.

Boté, regalé, boté más, regalé otro bonche y seguí botando. No vendí porque yo no sirvo pa’ eso.

Esa resaca me cambió la vida. I questioned all my life choices. ¿Cómo coño yo había acumulado tantas mierdas en mi casa? ¿Cuántos chavos había en toda esas mierdas que solo estaban ocupando espacio guardá’s en los clósets?

Muchas de las cosas que se fueron sin pensarlo dos veces fueron las que recibí como regalitos de ‘compromiso’. Esas zanganerías que se regalan cuando ya es 23 de diciembre, uno no ha ido de shopping y hay que resolver con lo que sea: pantallitas, carteras, kits de baño, sets de pedicura, adornitos…. Las mismas cosas que yo he regalado y que al igual que las recibidas, terminarán inevitablemente en el vertedero.

Tomé una decisión: No iba a regalar más.

Así, a lo raja tabla. Ni regalo ni recibo ‘cosas’. Solo le regalos a los niños pequeños de la familia.

Van como quince años de eso y a nadie se le ha caído un canto.

Total, que decir que no regalo tampoco es preciso, porque cocino para la familia en todos los jolideis y ya con eso es suficiente obsequio. Aparte de que la comida no está tan baratita ná.

Nada, que hoy mientras miren los especiales buscando que regalarle a la familia extendida, ¿qué tal si se ponen de acuerdo y se sortean los nombres para hacer un solo regalo?

¿Y si se regalan experiencias? Un gift card para un restaurante o un tratamiento estético al menos no termina aportando a empeorar la crisis de basura que se nos acerca.

O mejor aún, ¿y si deciden no regalarse entre los adultos y punto? Se quitan el estrés por completo y no acaban temiendo el bill de la tarjeta en enero.

Nada, que sé que suena radical, pero piénsenselo.

Bajarse del tren capitalista/consumerista es la mejor forma de volver a sentir esa alegría navideña que se nos ha perdido con tanto estrés, corre corre y expectativas irreales.

Hay muchas mejores maneras de gastar sus 2¢ que en estar comprando por comprar.

Feliz miércoles, espero que ya hayan sacado el pavo del freezer.

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