Hacia la luna, and beyond
Siempre fui ‘rarita’. Nunca fui de esas nenas dulces y calladitas que siguen instrucciones sin chistar. (Les sorprende,¿no?)
Ni cuando chiquita (en el siglo pasado) era fácil clasificarme en un solo grupo. Es que me gustaban muchas cosas.
Soy de cerebro ambidiestro.
Me gusta la literatura y la ciencia, la filosofía y lo pragmático, el optimismo y lo real.
Aunque tenía buenas notas y mi pasatiempo favorito siempre fue leer, no caía por completo dentro del grupo de los ‘estofones’ porque siempre vivía pendiente al drama social de la escuela, al chimecito caliente y al nene que me gustara de turno (siempre había uno).
La verdad es que, según se definen esas cosas ahora, yo era más ‘geek’ que ‘nerd’.
Recuerdo que en una feria de libros en la escuela llevaron uno hermoso. Un ejemplar grande, de carpeta dura y páginas brillosas llamado ‘El Universo’. Era caro. No estaba en el bodyet de ninguno de los tres estudiantes que lo queríamos.
¿La solución? Lo compramos entre todos y nos lo pasamos hasta que los tres lo habíamos leído.
Cuando salía de la escuela iba directito a ver cualquiera de las series de ciencia ficción que transmitían por televisión en las tardes. Star Trek, Space:1999 o Battlestar Galactica.
Ya para aquel entonces había descubierto la sección de Fantasía y Ciencia Ficción en Bell, Book and Candle de Plaza. Así fue como entraron a mi vida los autores que me la cambiaron: Heinlein, Tolkien, Asimov, Herbert, Le Guin, Eddings… No sería quien soy sin ellos.
Yo soñaba con estar en un ‘great adventure’ cruzando el cualquier multiverso de esquina a esquina y ser parte de un ‘hero’s quest’ a lo Joseph Campbell. Aquel ‘belonging’ que veía entre los tripulantes de cada serie y libro que leía era todo lo que yo quería para mí.
El problema radicaba en que para una adolescente mujer y puertorriqueña en los 80’s, pues no había gente (al menos en mi círculo) con quienes ‘geek-out’ para darle rienda suelta a esas excentricidades que me apasionaban. Era una pasión solitaria.
Nada, hago todo el cuento porque siempre me quedé teniéndole cariñito tanto a toda la vaina esa de la exploración del espacio, como a todas las personas que tienen intereses que aman con pasión y sin vergüenza.
Es por eso que el despegue del Artemis esta madrugada junto a la alegría de Ada Monzon me han hecho el día, la semana y cuida’o si el mes.
¿Que si el payaso anunció su candidatura? ¿Que si Tata va a juicio? ¿Que si hay que celebrar que los proyectos que buscaban limitar el acceso al aborto se colgaron? ¿Que si el misil que cayó en Polonia era ucraniano o ruso?
Nada de eso hoy me importa tanto como ese cohete que lleva junto a toda su carga los sueños de aventura tantos niñ@s y las esperanzas de científicos.
Mis 2¢ de hoy son para la NASA: ¡gracias por no quitarse! Para todos quienes me leen: Live long and prosper.