Cuando las doñis se jaltan

A veces una (masoquistamente) se pone a leer comentarios en las redes y podría llegar a la conclusión de que a una parte significativa de la población de esta islita la parió una iguana. ¡Que cosa tan fuelllllllte!

Alguien levanta la voz en protesta por algún ichu caliente y le cae la gente encima con ‘¿y donde tú estabas cuando María?’ o ‘¿y por qué yo no te vi protestando cuando _____?’. Como si se tuviera que llevar una bitácora pública de cada marcha asistida o a las que faltó.

Esos ‘comentadores’ parece que no han crecido, madurado, aprendido o evolucionado desde que tienen doce años. Los leo y me quedo patinando en un guatdafoc existencial.

Tienen la mente petrificada en la pre-adolesencia y solo regurgitan lo que aprendieron del patriarcado macharranero donde crecieron. Hombres y mujeres, lo mismo, no hay diferencia.

¡Y pa’ colmo se sienten orgullos de eso!

Confieso que llegué al mundo del activismo sociopolítico los otros días. Específicamente en el verano del ‘19. Me encantaría decir que llevo toda una vida protestando en la calle y militando por las causas que apoyo, pero estaría mintiendo.

Como tantas mujeres de mi generación, fui criada en una familia de clase media políticamente conservadora. El voluntariado era solo para hacer ‘obras de caridad’, preferiblemente asociadas a la iglesia o como mínimo, a instituciones reconocidas. Eso de tirarse a la calle a protestar era para ‘otras personas’ no para ‘gente como uno’.

(La presunción era que te ‘mandaban’ a la YUPI para mantener el ritmo del asenso social de la familia pero jamás para confraternizar con los pelús de sociales o los mafuteros de humanidades. La meta era salir de la universidad sin haber jamás asisitido a una protesta y hecha toda una profesional o al menos con marido. Te ganabas el jackpot si jiteabas ambas.)

Por muchísimos años yo me dediqué al trabajo y a mi familia con tanto ahínco que no tenía break de enterarme de lo que pasaba en el país más allá de ir a votar cada cuatro años. Siendo honesta, tampoco tenía interés en saberlo. Es más fácil mirar pa’l techo y no verse en la obligación ética de tener que hacer algo.

Cuando conseguí la plaza de ‘professional wife’ muchas cosas cambiaron para mi. Primero ya no tenía el ‘disposable income’ para ayudar solo a fuerza de donaciones en efectivo y segundo, la destrucción que nos quedó después de María destapó muchísimas injusticias sociales que hasta entonces yo había ignorado; o había escogido ignorar.

Como yo sí creo en crecer y evolucionar hasta el último día que nos toque vivir en el planeta, no me quedó de otra que comenzar a hacer pininos en eso de ‘walk the talk’.

Hoy Puerto Rico está al borde de un abismo. La corrupción, la burocracia como arma del status quo y la negligencia criminal en nuestras instituciones nos empujan al precipicio.

El paso de Fiona nos ha dejado clarísimo que muchas de las cosas que temíamos con LUMA y la capacidad del gobierno para responder a emergencias han resultado ser peor de lo que imaginábamos.

No nos merecemos esto.

Los dejo con mis 2¢: se nos va la vida mirando pa’l techo y negando que el país se ha caído en cantos.

Ea hora de romper con el paradigma de que solo los pelús de la yupi y los comunistas unionados son quienes protestan en la calle y dan candela.

Las doñis en propiedad y las doñis-in-training como yo también tenemos voz… ¡y voto! Estamos cansadas de que nos digan que ‘calladitas nos vemos más bonitas’ o que ya una ‘no está pa’ esos bretes’ y que es hora de que una ‘se recoja a buen vivir’.

¡Nombe no! Nosotras ya hemos aprendido a bregar con el sudor en la cocina, los sofocones perimenopáusicos en las noches y el emplegostsmiento de sobrevivir sin electricidad. Así que ¿prender la calle en candela? Bah. Con la mano izquierda y los ojos venda’os. Aunque sea la primera vez haciéndolo.

Las doñis estamos jaltas, it’s time to walk the talk. Welcome to the calentón.

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